En 1904, ABC llevaba dos años en los quioscos. Además de defender el sistema monárquico, el diario buscaba en los sucesos un modo de pescar lectores. En Peñaflor, a unos 80 kilómetros de Sevilla, por aquellos días, el cordobés Miguel Rejano Espejo estaba a punto de perder la vida. Los españoles conocieron su suerte en el diario de las tres letras, aunque ese era solo el principio. Seguramente en Peñaflor, y en toda Andalucía, esos días la gente se metió en su casa y cerró puertas y ventanas.
Francisca Márquez, la esposa de Miguel Rejano andaba preocupada. Su marido había abandonado hacía días su hogar, en el pueblo cordobés de Posadas, con 28.000 reales en el bolsillo para hacer unos negocios en Sevilla. Francisca habló con Juan Mohedano -primo de él- que al conocer los detalles decidió marchar a Sevilla en su búsqueda. Juan Mohedano creía -diría al juez- que su primo andaba de jarana por Sevilla. Poco tardó en descubrir que no.
En la Fonda del Betis, donde se alojaba su primo, Mohedano obtuvo un nombre: Muñoz Lopera, un canalla de Peñaflor. Al parecer Miguel Rejano se marchó con Lopera la tarde del segundo día, volvió a la noche, pagó la cuenta y no regresó.
Mohedano se reunió con Lopera que le dijo que sí, que conocía a su primo, pero que su relación se limitó a una venta frustrada: la ruleta que Lopera vendía resultó cara a Rejano y ahí se terminó todo. Mohedano mantenía las dudas y contrató a Rodríguez, un ex policía convertido en detective privado, que descubrió que Lopera mentía. Lopera, Miguel Rejano –el primo-, José Borrego, José Moya “el Peana” y dos personas más habían participado en una partida ilegal de naipes. La partida, afirmó “el Peana”, se jugó en Peñaflor, en la casa del huerto del Francés, Andrés Aldije Monmejá.
Las autoridades hicieron oídos sordos ante la denuncia de Juan Mohedano y el ex policía Rodríguez envió varias cartas a la prensa denunciando la desaparición y las timbas ilegales en casa del francés. La justicia llamó a declarar a Lopera y André Aldije pero les dejó en libertad.
En Sevilla, a la casa de Francisca Muñoz empezaron a llegar anónimos. Primero, unas cartas que exigían 250 pesetas por el paradero del marido, después, una voz por la ventana que traía un lugar y una mala noticia: su marido estaba en Peñaflor, “enterrado en el huerto”. La artimaña, ideada por Mohedano y el detective Rodríguez, supuso la autorización para que el propio Mohedano, acompañado de un guardia civil, inspeccionara el huerto.
Mohedano, cargado con una vara alargada y puntiaguda, fue pinchando el terreno hasta que dio en blando. Sacó la vara, la llevó a su nariz y el olor provocó que se empezará a excavar. ¡Bingo! Pero el cuerpo, en avanzado estado de descomposición, no correspondía a Miguel Rejano. Aquella noche, iluminados por faroles, en el huerto del Francés encontraron 6 cadáveres.
Lopera y Andrés Aldije Monmejá, "el Francés"
Entre 1889 y 1904, en la huerta del Francés se celebraron innumerables timbas ilegales, y seis asesinatos. Los socios -Lopera y el Francés- tenían todo bien organizado. Lopera acudía a Sevilla en busca de viajantes de paso en la ciudad, una vez convencido de que los incautos tenían dinero fresco les hablaba de las mesas de naipes -y la ruleta en que solo jugaba gente de posibles- que un amigo tenía en la localidad de Peñaflor. El amigo, Andrés Aldije Monmejá, de origen francés, había montado una casa de juego en la caseta de su huerto.
José López fue el primero en ser llevado al huerto. Era 1894 y el jienense se dirigía a la sala de juego por un túnel oscuro cuando le avisaron que cuidara con la tubería que había frente a él, en ese momento una barra de hierro –apodada “el muñeco- impactaba en su cabeza y un martillo con filo le remataba trepanándole el cráneo. Ese fue el modus operandi con el que lograron 28.300 pesetas y dejaron seis victimas: José López, Mariano Burgos, Enrique Fernández Cantalapiedra, Federico Llamas, Félix Bonilla y Miguel Rejano Espejo.
El juicio fue un espectáculo: intentos de fuga, mentiras, peleas entre los acusados… La condena: seis penas de muerte para cada uno; se dice que el francés espetó al juez: “para qué seis, si con una basta”. No le faltaba razón, pero el 31 de octubre de 1906 el verdugo de Sevilla y el de Madrid –que había sido llamado para que todo saliera bien- tuvieron que atornillar y desatornillar varias veces el garrote vil hasta que los dos socios perdieron la vida.
Dice el diccionario que llevarse al huerto a alguien es lograr convencerle o seducirle sexualmente, y aunque aseguren que el origen de la expresión tiene que ver con “La Celestina”, la traición de Judas a Jesucristo o con cierto rey árabe que tenía a bien invitar a jóvenes e incautas damas a sus jardines palaciegos, cuando te quieran “llevar al huerto” recuerda la historia de Miguel Rejano y sus cinco compañeros de entierro. No te dejes engañar.
El juicio fue un espectáculo: intentos de fuga, mentiras, peleas entre los acusados… La condena: seis penas de muerte para cada uno; se dice que el francés espetó al juez: “para qué seis, si con una basta”. No le faltaba razón, pero el 31 de octubre de 1906 el verdugo de Sevilla y el de Madrid –que había sido llamado para que todo saliera bien- tuvieron que atornillar y desatornillar varias veces el garrote vil hasta que los dos socios perdieron la vida.
Dice el diccionario que llevarse al huerto a alguien es lograr convencerle o seducirle sexualmente, y aunque aseguren que el origen de la expresión tiene que ver con “La Celestina”, la traición de Judas a Jesucristo o con cierto rey árabe que tenía a bien invitar a jóvenes e incautas damas a sus jardines palaciegos, cuando te quieran “llevar al huerto” recuerda la historia de Miguel Rejano y sus cinco compañeros de entierro. No te dejes engañar.
*La historia de los asesinatos del huerto del Francés fue llevada al cine en 1977 y es una de las películas más recordadas del popular actor y director de cine Jacinto Molina, más conocido como Paul Naschy.
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